Uriel Chavarría
📰 El Norte • May 18, 2025
El Apocalipsis no es una profecía lejana. En Monterrey, sus jinetes cabalgan hoy sobre los cuatro elementos: aire, tierra, agua y fuego. Sus garras son visibles y su embate, una amenaza inmediata para nuestra supervivencia. Los jinetes son cabalgados también por la negligencia empresarial y la ineficacia gubernamental.
AIRE. El primer jinete en la Biblia monta un caballo negro como el humo de la refinería que huele a "huevo podrido". Al seguir operando, recuerda el problema que los amparos y excusas burocráticas mantienen intocable. La incapacidad o falta de voluntad para hacer cumplir la ley nos condena a seguir respirando veneno.
Una gasolina digna a partir de la norma NOM 016-CRE-2016 sigue pendiente y la refinería está en los ojos de la investigación del Instituto Nacional de Ecología (INECC), de la cual aguardamos resultados.
TIERRA. El caballo del segundo jinete es amarillo. La compañía Zinc Nacional produce óxido de zinc que se torna pálido con el aire. Para hacerlo requiere reciclar zinc a partir de desechos industriales. En una investigación se encontró plomo y arsénico en el subsuelo de escuelas donde niños juegan.
Seguir operando a cambio de una multa de 80 millones de pesos es una bofetada a los vecinos y una burla a la justicia ambiental. Este tipo de "sanciones" son vistas por las empresas como un costo operativo menor, no como un incentivo real para dejar de envenenar nuestro suelo.
AGUA. El tercer jinete monta un caballo rojo. La empresa Ternium tuvo una fuga de agua ácida y cloruro ferroso que tiñó de rojo el arroyo de la Talaverna. Tras envenenar 10 km, recibió una multa que es "peccata minuta" para su tesorería y una licencia tácita para continuar con la actividad contaminante. La lección parece ser que el medio ambiente y la salud pública tienen un precio bajo en Monterrey.
Ahora aparece otro derrame de la compañía Pigmentos y Óxidos que llegó al arroyo Topo Chico. La mancha azul alcanzó 6.2 km. La compañía declaró: "Es solo agüita de colorcito azul con nula toxicidad"(sic). Culpan del problema a Agua y Drenaje y "la bolita" sigue de un lado a otro.
FUEGO. El cuarto jinete monta un caballo blanco. Es fácil señalar a las industrias, pero debemos mirarnos al espejo. Somos el cuarto jinete, no solo por la huella insostenible de nuestro aforo vehicular, sino por la paralizante apatía que nos impide reaccionar. El fuego que consumirá nuestro futuro es, en parte, el que nosotros mismos avivamos con nuestras decisiones (como el uso masivo del automóvil) y con nuestra incapacidad para organizarnos y exigir un cambio real a los responsables.
Como si la situación no fuera lo bastante distópica, nos es anunciado un segundo piso en Morones Prieto. La justificación oficial se basa en una "Manifestación de Impacto Ambiental" que desafía la lógica: construir más infraestructura para autos supuestamente disminuirá la contaminación. Es una política que consolida una ciudad diseñada para vehículos, no para personas, y que ignora la evidencia científica sobre movilidad sostenible.
Vemos el apocalipsis desarrollarse y nuestra respuesta es el silencio o la resignación. Por otra parte, observamos pasivamente cómo se tratan de solucionar estos problemas con múltiples comisiones, fiscalías y un largo etcétera de respuestas que el tiempo ha demostrado no efectivas.
La razón podría ser que son dirigidas por la autoridad y no se consideran entes autónomos con personas científicas calificadas, asistidas por la participación y el poder de la decisión ciudadana.
Si estos ejemplos parecieran extremos, no olvidemos que en conjunto son solo destellos de un universo de daño que todas las formas de contaminación están haciendo a nuestra salud. La evidencia dicta que la expectativa de vida disminuye, lo cual es un eufemismo para decir que simplemente moriremos más pronto.
Toda esta alegoría de los jinetes no es una casualidad curiosa, sino una muestra de que nuestra ciudad se destruye por todos lados.
El fuego del cuarto jinete no tiene por qué ser solo destrucción; tiene el potencial también de ser la chispa de la transformación de la unión ciudadana. Necesitamos hacer que ocurra lo siguiente: mejorar regulaciones, invertir en transporte público, fomentar prácticas industriales limpias con educación ambiental y con la participación ciudadana organizada.
La pregunta no es si moriremos, sino si despertaremos a tiempo para pelear por nuestra supervivencia. No esperemos que alguien más lo haga por nosotros. ¿Qué, maldita sea, estamos esperando?